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La generación de las raíces digitales

En la actualidad vivimos en una economía prácticamente globalizada, la implantación del trabajo a distancia con medios digitales es cada vez más común y la importancia del conocimiento en el desarrollo de nuevos productos y servicios produce un incremento continuado en el número de empresas de base tecnológica.

Sin embargo, la velocidad tan vertiginosa de estos cambios genera un desequilibrio en el ecosistema, ya que ni el territorio ni las políticas públicas se han adaptado al mismo ritmo que demanda el establecimiento de emprendedores o trabajadores a distancia (conocidos como “nómadas digitales”), la creación de empresas emergentes o la atracción de inversores especializados en la creación y crecimiento de estas empresas.

En España se ha dado un paso adelante con la aprobación de la Ley 28/2022, de 21 de diciembre, de fomento del ecosistema de las empresas emergentes, cuyos objetivos son el de establecer un marco normativo específico para las mismas, favorecer su capacidad de internacionalización o atraer talento, entre otros.

Más allá de su inclusión en concentraciones urbanas, se busca configurar una red de oportunidades para todos los ciudadanos independientemente del lugar en el que residan, fomentando el desarrollo de polos de atracción de empresas emergentes en ciudades periféricas, así como en entornos rurales. Siendo conscientes de todos los desafíos que conlleva se ha establecido la Estrategia España Nación Emprendedora, que recoge diversas medidas para afrontarlos, entre las que se encuentra la Oficina Nacional de Emprendimiento (ONE) como ventanilla única de servicios para emprendedores digitales y empresas emergentes, así como diversos proyectos normativos.

Existen muchos factores que determinan que los nómadas digitales echen raíces en nuestro país, no solo en cuanto a beneficios fiscales, reducción de trabas administrativas o flexibilidad en la gestión. Otros elementos fundamentales tienen que ver con proporcionar buenas condiciones de conectividad, incluso en zonas rurales, y otras características más subjetivas como pueden ser la climatología, la cultura o la calidad de las universidades, entre otras.

A pesar del esfuerzo en fortalecer el emprendimiento digital en nuestro país, la digitalización de las pequeñas empresas sigue siendo un desafío importante, especialmente cuando se trata de las micro pymes, empresas de dos o menos empleados, que componen más del 80% del tejido empresarial español.

Si hablamos de empresas de 10 o más empleados, todavía hay un 40% que no utilizan ordenadores con conexión a internet, y más del 20% no tienen una página web. La digitalización de estos pequeños negocios presenta oportunidades y desafíos, y se espera que la adopción de herramientas digitales básicas como la presencia en internet, el comercio electrónico y la factura electrónica, sean el primer paso hacia su inclusión en la sociedad digital.

Aunque los datos del INE muestran una mejora en el uso de tecnologías de la información y las comunicaciones, el uso de tecnologías avanzadas disminuye drásticamente a medida que aumenta la complejidad. Según un informe reciente, sobre el Uso de TIC y comercio electrónico en las empresas, mientras que el 52% de las encuestadas utilizan software ERP, sólo el 8,3% utilizan inteligencia artificial. Sin perder de vista que estos datos corresponden a empresas de 10 empleados o más, que representan sólo el 4,2% del total. Por tanto, queda mucho por hacer para que las empresas aún más pequeñas saquen todo el provecho de las soluciones tecnológicas.

Las empresas más pequeñas no siempre pueden asumir la tecnología avanzada necesaria, aunque las necesidades de seguridad y comunicaciones de empresas más pequeñas pueden ser las mismas que las de empresas más grandes, a menudo no necesitan todas las características y capacidades de una gran corporación. Además, estas empresas pueden no tener los recursos para implementar y costear estas soluciones.

Si bien puede haber costes asociados con estas soluciones, muchas de ellas ofrecen beneficios significativos en términos de eficiencia, productividad y mejora de la experiencia del cliente. Es importante que las empresas evalúen cuidadosamente sus necesidades y elijan aquellas que mejor se adapten con la finalidad de mantenerse competitivas a medida que el panorama empresarial sigue evolucionando. De lo contrario, corren el riesgo de quedarse atrás y perder oportunidades valiosas en el mercado.

Es común que las pequeñas empresas se vean obligadas a la digitalización debido a la legislación. Por ejemplo, el informe cita TicketBAI, una iniciativa de las Diputaciones Forales y el Gobierno Vasco, que obliga a que todas las empresas presenten facturas electrónicamente y utilicen software de facturación que cumpla con los requisitos técnicos establecidos por la normativa.

¿Cómo se digitaliza el último Eslabón?

En el contexto de la digitalización de empresas pequeñas, el último eslabón se refiere a menudo a la parte final de la cadena, como es la comunicación con los clientes. Para digitalizar este eslabón, las empresas pueden buscar soluciones tecnológicas que se adapten a sus necesidades y recursos. Es importante que consideren la formación de sus empleados en estas nuevas soluciones para garantizar el éxito a largo plazo.

Los usuarios cada vez reclaman más a menudo conocer el origen y el tratamiento de los productos y servicios que consumen, como es en el caso de la agricultura y la alimentación; tecnologías como el blockchain facilitan esa trazabilidad y transparencia, pero la implementación puede ser un reto.

Un ejemplo sería en la industria del aceite de oliva con la incorporación de los códigos QR en las botellas de Conde de Benalúa o Deoleo, que permite a los consumidores acceder a la información sobre el origen y el tratamiento del producto; para llevar a cabo esta trazabilidad digital es necesario que los agricultores realicen esa tarea en el campo.

La digitalización de este último eslabón en la cadena de producción de alimentos puede ser una tarea compleja y, en ocasiones, muchas corporativas son las primeras que impulsan dicha digitalización; a menudo, los profesionales del campo también pueden resistirse a la tecnología y prefieren confiar en sus conocimientos heredados.